Si la humanidad desapareciera: los animales más poderosos que dominarían la Tierra (y por qué)

2 diciembre, 2025

En un mundo sin seres humanos, la naturaleza no se detendría; más bien aceleraría su recuperación. Nuestros edificios se cubrirían de enredaderas, las calles se poblarían de hierbas y los viejos barrios se llenarían de silencios que hoy parecen imposibles. Allí donde nos retiramos, como en la zona de exclusión de Chernóbil, la vida salvaje volvió con fuerza.

Muchos animales domesticados perderían su red de apoyo y enfrentarían una selección implacable. Perros y gatos sin cuidados formarían poblaciones ferales con destinos inciertos, mientras que vacas y ovejas quedarían expuestas a depredadores y climas adversos. En cambio, especies oportunistas como ratas y palomas ocuparían nichos con sorprendente rapidez.

Impacto inmediato en los ecosistemas

La falta de mantenimiento colapsaría infraestructuras, alterando cursos de ríos y abriendo paso a nuevos corredores de vegetación. Los incendios serían más frecuentes, pero también surgirían mosaicos de hábitats más diversos. En pocos años, bosques y humedales prosperarían donde antes había asfalto.

La cadena trófica se reajustaría, con carnívoros medianos expandiendo su territorio. Zorros, chacales y mustélidos aprovecharían la abundancia de presas, desplazando a especies más frágiles. La biodiversidad local podría aumentar, aunque con perfiles distintos y sorprendentes.

Qué significa “dominar” un planeta

La “dominación” no es solo fuerza o tamaño; es también adaptación. En ecología, dominar puede ser ocupar mayor biomasa, controlar redes tróficas o colonizar muchos hábitats. A veces es inteligencia y cultura; otras, números y resiliencia.

  • Dominación por biomasa: insectos sociales como hormigas y termitas.
  • Dominación por alcance: especies con amplia distribución geográfica.
  • Dominación por impacto ecológico: superdepredadores y ingenieros de ecosistemas.
  • Dominación cognitiva: animales con aprendizaje, uso de herramientas y cooperación compleja.

“La naturaleza no odia el vacío: cuando una especie se retira, otras —silenciosas— avanzan con paciencia”.

Candidatos con más posibilidades

Los córvidos destacan por su mente brillante. Cuervos, cornejas y arrendajos resuelven problemas, usan herramientas y se comunican con matices. Su vuelo les da alcance, su dieta oportunista les abre puertas y su reproducción rápida asegura expansión.

Los roedores son la otra gran fuerza. Ratas y ratones son omnívoros, discretos y prolíficos. Sobreviven en bosques, ruinas y graneros abandonados, con una plasticidad fisiológica que roza lo asombroso. Controlarían cadenas tróficas locales por pura abundancia.

Los insectos sociales ya dominan el suelo invisible. Hormigas y termitas construyen ciudades, cultivan hongos y mueven cantidades inmensas de nutrientes. Su organización en castas, su comunicación química y su resistencia climática las vuelven imbatibles. En términos de biomasa, serían potencialmente las verdaderas soberanas.

Los grandes primates poseen inteligencia, cultura y vínculos sociales profundos. Chimpancés, bonobos y gorilas usan herramientas, cooperan y muestran empatía compleja. Sin embargo, su baja tasa de reproducción y su restricción a zonas tropicales limitarían su expansión planetaria.

Señores del océano

En mares y océanos, el liderazgo sería de los cetáceos. Delfines y orcas ostentan culturas de caza, dialectos locales y una cooperación refinada que recuerda a redes humanas. Dominarían el medio marino por inteligencia, transmisión cultural y control del tope trófico.

Sin nuestra pesca industrial, muchas poblaciones de peces se recuperarían, reconfigurando cardúmenes y rutas. Las orcas ajustarían tácticas, mientras que delfines ampliarían territorios. El mar vería un renacimiento de interacciones ancestrales.

Equilibrios, límites y sorpresas

El clima seguiría siendo un gran árbitro. Sequías, inviernos y patógenos frenarían a los menos versátiles, premiando la plasticidad. Los generalistas vencerían a especialistas, y la hibridación ocasional abriría nuevas sendas evolutivas rápidas.

En ciudades, la sucesión ecológica sería dinámica. Primero llegarían pioneras: gramíneas, musgos y arbustos; luego, bosques jóvenes con aves nicho y pequeños carnívoros. La dominación se vería como una red de influencias, no como un trono único.

Conclusión

Sin nosotros, el poder no quedaría en una sola especie, sino repartido entre cerebros, números y logística. En tierra y aire, córvidos, roedores e insectos sociales serían los protagonistas; en los mares, los cetáceos llevarían la batuta. La dominación, entonces, sería un mosaico hecho de adaptabilidad, cooperación y resiliencia.

La Tierra no busca un nuevo emperador: busca equilibrios. Y esos equilibrios los crean quienes mejor aprenden, se organizan y se multiplican. En ese tablero, los ganadores serían discretos, pacientes y persistentes.

Camila Torres

Camila Torres

Soy periodista y redactora en Diario22.ar, apasionada por las historias que conectan la actualidad con la gente. Me formé en comunicación social en Buenos Aires y desde entonces busco darle voz a lo cotidiano, con una mirada curiosa y humana. Creo que el periodismo no solo informa: también inspira y transforma.

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