La unidad mente-cuerpo-espíritu ¿Qué somos realmente?

El cuerpo humano es una red interconectada de diferentes sistemas de información y energía. El hemisferio cerebral izquierdo es especialista en la transducción lingüística verbal del pensamiento y el discurso analítico; El hemisferio derecho es especialista en la transducción holística, analógica, metafórica, de emociones e imaginería nueva y pura.

Dr_verde 07-07-2022 09:22:30

Entre la mente con sus expectativas y el cuerpo con su fisiología y emociones está el sistema límbico hipotalámico, que se comunica con el sistema endocrino y con el sistema inmune. El sistema neuroendocrino, con un lenguaje bioquímico, se comunica con el sistema inmune, que es un sistema interno, no cognitivo, y por tanto subconsciente, de manera que no nos damos cuenta de lo que está pasando con la actividad de nuestros glóbulos blancos(defensas).
El equilibrio entre mente y cuerpo, que es el equilibrio del reconocimiento intelectual de la emocionalidad y la comprensión visceral, es lo que nos da el estado de salud. Cuando estamos completamente sanos no sentimos nuestro cuerpo, y estamos, en apariencia, actuando solamente con nuestros sentimientos e intelecto.

El ser humano nace con cuatro tendencias básicas que son fundamentales:
La primera es la tendencia a la vida y vivir es perdurar, “durar para”. Somos criaturas generadas desde dos células cuyos genes se mezclan en un orden único, con un corazón que late, que “piensa” desde el hipotálamo hacia la corteza y que nos da libertad.
La segunda es el desarrollo de nuestras potencialidades. Por una parte, de la personalidad consciente; Por otra parte, de las emociones instintivas primarias como el miedo, la pena y la rabia, que se reconocen como sentimientos conscientes que deben ser expresados, con palabras o actitudes corporales; Y por último, el desarrollo de la corporeidad como estructura física o templo donde habita el alma.
La tercera tendencia es la sociabilización. Desde el nacimiento existe la necesidad de exteriorizarse hacia el otro, como semejante o como diferente. Se necesita un feedback o retroalimentación comunicacional, que puede ser positiva produciendo, como consecuencia, amor y caridad, o negativa, que genera alerta, amenaza y con ello una reacción de defensa o ataque, que incluso puede llevar a la destrucción del otro. Este estado es de homeostasis alterada y se llama “estrés”, porque la amenaza viene desde fuera, pero también puede venir desde dentro si hemos sido malformados en nuestra personalidad en nuestros años de vida iniciales, como, por ejemplo, en el caso de los niños abusados, que luego pueden llegar a ser psicópatas.
La cuarta tendencia es la trascendencia espiritual. El perfeccionamiento del amor humano con renuncia al “Yo” o renuncia a sí mismo es una negación; No está pensando en “sí mismo” sino que aspira a lograr la expansión completa del alma hacia la espiritualidad, en relación con los otros seres humanos, al mundo y la materia en que estamos ahora, y con relación a abarcar y llegar a lo divino, pero en una forma de comunicación y de participación activa, no en un monasterio, no en una gruta, sino que en el mundo de todos los días y a nuestro alrededor.

La enfermedad es la desarmonía entre mente-cuerpo y espíritu
En el estado de estrés o enfermedad hay un uso permanente de los mecanismos de defensa o de mantención del equilibrio, pero se escapa de los mecanismos de contra regulación normales, pues ya no hay nada que ayude desde adentro, porque nosotros nacemos y seguimos un río de vida que está lleno de dificultades, rocas, remolinos, caminos que parece que van a otro lado y volvemos sobre nuestros pasos para encontrar otras rocas, siempre mirando las metas socioculturales que nos enseña nuestra sociedad desde que nacemos, como el logro máximo. Todo esto nos puede conducir a la enfermedad.

Al ser humano, con relación a sus condicionantes vitales, se le ha dado, como ser único, el libre albedrío, que significa aprender a tomar sus decisiones: por este lado o por este otro, este camino o este otro, y es capaz de pagar el costo de esas decisiones lo que le permitirá llegar al equilibrio, así, las enfermedades funcionales y las estructurales son llamadas de atención muy importantes, para detenernos a pensar en nosotros mismos y sentir nuestro cuerpo–mente-alma.

Lamentablemente, se nos ha enseñado en los tres últimos siglos, a no identificar ni verbalizar adecuadamente las emociones y conflictos. Así se crea, finalmente, la alexitimia, que es la incapacidad de verbalizar y hasta de sentir los conflictos, las emociones, los afectos y los estados somáticos de tensión o estrés. Incluso si los sentimos, no debemos expresarlos por cultura, por lo menos no en nuestro trabajo ni en nuestra casa; Debemos quedarnos callados y meterlos al “yo” subconsciente.
Entonces, la enfermedad, es la oportunidad de recuperar el completo equilibrio de la esencia del Ser, con un trabajo que puede ser rápido o lento, pero que va a durar algún tiempo, depende de cada cual. Algunos pueden demorar medio año, un año, y en otros pacientes puede durar siete años a lo más.

La medicina integral psicobiológica, significa acoger al paciente, hacerle el diagnóstico lo más preciso posible y educarlo con sentido de verdad, integridad y libertad. Él queda en libertad de escoger los caminos que le mostramos o de no hacerlo; Se le dice: “es usted quien es capaz de cambiar, nosotros podemos darle la ayuda de los distintos especialistas que nos acompañan, darle las mejores opciones”, pero quien toma la decisión y la realiza es el paciente y es él quien se sana.

Las metas son que el paciente se asuma a sí mismo en su verdad y condición, que sea capaz de cambiar o modular aquellas zonas de su personalidad que son causa de sus conflictos y de reconocer las señales de estos conflictos que emite su cuerpo, pues hay pacientes que no sienten su cuerpo, que no han visto su cuerpo, que no se han visto la cara en varios años, se miran al espejo y se peinan maquinalmente, y no saben cómo son, no saben qué es lo que les pasa.
El paciente pierde los temores y aprende así a reconocer sus propios mecanismos psicobiológicos de sanación y, más aún, a utilizarlos de manera adecuada. Mientras más precoz e integral sea el proceso, más precoz y mejor es su sanación.

Es preciso trabajar con la verdad y educar al paciente y sus familiares, informar verazmente, con un lenguaje común, sencillo, explícito, afectuoso y emocional sobre el diagnóstico, tratamiento y pronóstico, de acuerdo a la necesidad de ese paciente.
Siempre dando esperanzas, porque la ciencia avanza y avanza, y nosotros debemos estar siempre muy dispuestos al estudio, en relación con la necesidad de ese ser único, para así guiar la terapéutica con conocimiento, responsabilidad y afecto por el paciente, y con esperanza.
El paciente tiene una actitud terapéutica sanadora cuando establece una empatía con el médico, tiene confianza en la capacidad sanadora de su propio cuerpo al que ha aprendido a valorar, no siente pánico ni miedo de enfrentar la gravedad de su enfermedad, se enfoca hacia metas creativas y significativas, toma libremente y con responsabilidad la decisión de su propia curación y mantiene su buen humor, y así crea un ambiente grato a su alrededor, no quejoso ni depresivo.

En el juramento de Hipócrates, él jura invocando a los dioses: Apolo médico, Asclepios, su hijo, diosas Egea y Panacea, así como a todos los dioses y diosas, y los pone de testigos de que dará cumplimiento, en la medida de sus fuerzas y de acuerdo con su criterio, a ese juramento y compromiso, y dice también que “en la pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte”.

Fuente: Diario21.tv, Medline Plus y Archivo personal

Consultor Medico: Dr. Rene A. Triviño G. - M.P. 5812 - Medicina Integrativa



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