Durante la última década, la escuela se ha vuelto cada vez más digital, pero el entusiasmo por la pantalla ha dejado dudas sobre su verdadero impacto. En Suecia, el debate ha dado un giro con un diagnóstico contundente: el uso excesivo de dispositivos se asocia a un descenso en el rendimiento académico. La decisión política resultante no busca demonizar la tecnología, sino restablecer un equilibrio que priorice las bases de la lectura, la escritura y el pensamiento crítico.
Un diagnóstico que sacude el consenso digital
Las autoridades suecas sostienen que la omnipresencia de las pantallas ha debilitado la calidad del aprendizaje básico. Aunque el país mantiene buenos niveles de comprensión lectora, se observa una tendencia a la baja y una confianza excesiva en la solución tecnológica. El problema no es la herramienta en sí, sino su uso intensivo y poco selectivo en edades donde la atención y la memoria requieren apoyos más analógicos.
Beneficios reales, riesgos demasiado visibles
Las tabletas facilitan el acceso a contenidos, permiten tareas interactivas y fomentan la comunicación entre familias y docentes. Sin embargo, la misma ventana que abre recursos abre también una vía constante de distracciones, difícil de controlar incluso con buenas normas. Además, la lectura prolongada en pantallas retroiluminadas se asocia a más fatiga visual y menor retención que la lectura en papel, sobre todo en los más pequeños.
Del aula hiperconectada al retorno del manual
La ministra de Educación, Lotta Edholm, ha subrayado que el sistema se volvió dependiente de lo digital sin evidencia suficiente de beneficios sostenidos. El plan ahora prioriza los manuales como soporte base, con la tecnología como complemento puntual. El gobierno ha asignado 60 millones de euros para 2024 y 44 millones adicionales en años posteriores, con la meta de garantizar un manual por materia y por alumno.
“Si todo pasa por una pantalla, perdemos habilidades que solo se construyen con lectura profunda, escritura a mano y práctica metódica”, afirmó Lotta Edholm.
Lo que preocupa dentro y fuera de las aulas
Docentes y familias reportan que el tiempo de pantalla compite con el tiempo de concentración, especialmente en tareas de lectura densa o resolución de problemas. Muchos alumnos alternan entre pestañas, mensajes y juegos, fragmentando la atención y reduciendo la profundidad del estudio. Además, la búsqueda de información instantánea puede fomentar una confianza excesiva en lo inmediato y debilitar la verificación y la reflexión propia.
Medidas que marcan la diferencia
- Reforzar la lectura en papel como vía principal para la comprensión profunda.
- Integrar la tecnología de forma acotada a objetivos claros y evaluables, sin excesos.
- Garantizar un manual por materia y por alumno para reducir brechas de acceso.
- Capacitar a docentes en gestión de la atención y didácticas de lectura intensiva.
- Establecer normas de uso de dispositivos que minimicen notificaciones y distracciones.
La alfabetización profunda como prioridad
El retorno al manual no es nostalgia, sino una apuesta por procesos cognitivos que requieren continuidad, silencio y esfuerzo. La lectura prolongada, la toma de apuntes a mano y la resolución de ejercicios en papel entrenan la memoria de trabajo y el control de la atención. La tecnología mantiene su lugar, pero como instrumento al servicio de metas claras, no como fin en sí mismo.
Un mensaje para otros sistemas educativos
La decisión sueca no impone una ruptura total con lo digital, sino un cambio de prioridades hacia lo pedagógicamente esencial. En contextos con resultados a la baja, volver a estrategias de eficacia probada puede ser una oportunidad para recomponer aprendizajes básicos. El desafío ahora es medir con rigor qué aporta cada medio y cómo combinarlo con sentido didáctico.
Más allá del dispositivo: cultura de estudio
Sin una cultura de estudio, ningún recurso —ni libro ni app— garantiza avances reales. La escuela necesita tiempos protegidos de distracción, expectativas claras y práctica deliberada con retroalimentación frecuente. Con esas bases, la tecnología vuelve a ser aliada, no sustituto, de lo que hace fuerte a la educación pública.