Biólogos observan un cambio de comportamiento inédito en una especie local argentina

21 diciembre, 2025

Un equipo de biólogos argentinos reportó un fenómeno que los tomó por sorpresa. Durante una serie de observaciones en humedales del Litoral y en bordes urbanos del Gran Buenos Aires, detectaron que una población de carpinchos comenzó a exhibir conductas que no se habían documentado antes. “No es un cambio menor, es un reacomodo social y temporal”, explica la investigadora María Sosa, del CONICET.

Las salidas de campo se repitieron por meses, combinando registros con cámaras trampa, grabaciones acústicas y cuadernos de campo. “Al principio creímos que eran anécdotas, pero los patrones se consolidaron con el tiempo”, agrega Sosa, remarcando que el fenómeno se expandió de Iberá al Delta del Paraná.

Dónde y cómo se detectó

Las primeras señales surgieron en los Esteros del Iberá, donde grupos estables de carpinchos mostraron rutinas nuevas al amanecer. A diferencia de años previos, dejaron de concentrar la actividad en la noche y comenzaron a moverse en franjas crepusculares más amplias.

En el borde del Delta, los investigadores compararon datos históricos con monitoreos recientes. La diferencia fue clara: más actividad diurna, cambios en la organización de los grupos y un repertorio vocal más variado. “El contraste con 2018 es contundente”, señala el guardaparque Diego Lamas.

Qué está cambiando

El comportamiento incluye tres rasgos claves que los especialistas consideran novedosos:

  • Rotación de “guardias” visibles en las orillas, con individuos que mantienen postura de vigilancia por turnos regulares, algo consistente y repetido en múltiples sitios.
  • Vocalizaciones cortas y agudas en series de tres notas como señal de “alarma baja”, registradas con micrófonos direccionales y ausentes en archivos previos.
  • Liderazgo de desplazamiento por hembras jóvenes, particularmente al transitar corredores entre cuerpos de agua y zonas con mayor presencia humana.

“Es la primera vez que observamos un esquema de vigilancia tan marcado y coordinado en esta especie en ambientes abiertos”, describe Sosa. Si bien los carpinchos son sociales, la presencia de turnos definidos sugiere un ajuste reciente frente a nuevos riesgos.

Voces desde el territorio

Para Lamas, la presión de perros sueltos y el tránsito de bicicletas en áreas periurbanas pudieron catalizar el cambio. “No hay un único factor, pero el ambiente está distinto y los carpinchos responden en bloque”, comenta mientras revisa planillas de registro.

Un pescador de la zona del Paraná agregó un detalle notable: “Antes se quedaban quietos, ahora se corren juntos cuando ven gente, como si alguien avisara primero”. Esa percepción coincide con los audios analizados en el laboratorio, donde se distinguen secuencias de tres notas y una retirada coordinada.

Posibles causas

Los científicos proponen un conjunto de hipótesis que se están evaluando con métodos comparativos. La primera apunta al aumento de las temperaturas y la frecuencia de olas de calor, que empujaría a una actividad más temprana y fragmentada. “Moverse cuando el sol pega menos reduce el estrés térmico y deja más margen para alimentarse”, dice Sosa.

La segunda mira a la urbanización periférica y a la intensificación del ruido. Con más estímulos y amenazas difusas, la vigilancia por turnos podría mejorar la detección de peligros. La tercera considera cambios en la vegetación de orilla, con menor cobertura en algunos tramos, lo que haría más valiosa la alerta grupal.

“Nos falta un experimento controlado, pero el patrón es consistente en distintas localidades”, subraya el técnico Julián Pérez, responsable de los análisis acústicos. Para él, la aparición de la señal de “alarma baja” es el indicio más firme de un proceso de aprendizaje social.

Implicancias para la conservación

El ajuste en los horarios y en las dinámicas de grupo puede mejorar la supervivencia a corto plazo, pero conlleva nuevos desafíos. Más actividad diurna aumenta los contactos con personas y mascotas, elevando el riesgo de conflictos y de enfermedades.

Además, la vigilancia sostenida tiene costos energéticos que podrían afectar la reproducción en temporadas críticas. “Si invierten más tiempo en alerta, queda menos para forrajear y cuidar a las crías”, plantea Sosa, quien propone monitorear indicadores de salud y éxito reproductivo en los próximos ciclos.

Qué pueden hacer las comunidades

Los especialistas recomiendan algunas medidas prácticas para convivir con este cambio sin incrementar el estrés sobre la fauna. La prioridad es reducir estímulos innecesarios en horarios crepusculares, cuando la actividad es más intensa.

“Pediría a corredores y ciclistas que eviten acercamientos bruscos en puentes y pasarelas”, señala Lamas. También sugiere campañas para controlar perros suelto, y cartelería clara en accesos a humedales urbanos. “Con pequeñas acciones, ganamos en bienestar animal y en seguridad para todos”, agrega.

Lo que viene

El equipo planea ampliar el monitoreo con collares GPS de bajo peso y sensores de sonido, buscando correlacionar turnos de vigilancia con la presencia de amenazas. “Queremos entender si este ajuste es transitorio o si se consolidará como una nueva norma conductual”, explica Pérez.

Mientras tanto, los investigadores insisten en una mirada integral. “No es solo una anécdota de campo”, concluye Sosa, “es una señal de cómo la vida silvestre se reorganiza frente a un ambiente que cambia más rápido de lo que estamos acostumbrados a ver”.

Camila Torres

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Soy periodista y redactora en Diario22.ar, apasionada por las historias que conectan la actualidad con la gente. Me formé en comunicación social en Buenos Aires y desde entonces busco darle voz a lo cotidiano, con una mirada curiosa y humana. Creo que el periodismo no solo informa: también inspira y transforma.

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