Un antiguo registro científico realizado en Argentina reaparece y hoy intriga a investigadores internacionales

15 diciembre, 2025

Un cajón de madera, cubierto de polvo, cambió de sitio en un archivo patagónico y, con él, cambió también una parte de la memoria científica. Dentro había planchas de vidrio, cuadernos de campo y mapas con tinta desvaída. Nada parecía extraordinario hasta que alguien leyó una fecha: 1914. Ahora, un siglo después, esas páginas vuelven a respirar y capturan la atención de especialistas de varios países.

Un hallazgo en una caja olvidada

La historia empezó con un inventario de rutina en un pequeño archivo provincial. Una conservadora abrió el cajón por su esquina hinchada y encontró etiquetas frágiles, medidores oxidados y notas minuciosas sobre el hielo de la Patagonia. “Pensé que eran apuntes sin valor, hasta que vi los nombres de los glaciares y las coordenadas a mano alzada”, cuenta la responsable del depósito.

Los documentos describen campañas austeres en valles remotos, con trayectos señalados por piedras y marcas barométricas. Las fotografías, capturadas en placas de vidrio, muestran frentes glaciales nítidos, márgenes morénicos y un paisaje apenas reconocido por quienes lo estudian hoy.

Un retrato del hielo antes del calentamiento

Lo que emerge es un retrato del sistema glacial antes del cambio climático moderno. Entre los materiales hay mediciones de alturas, perfiles de temperatura del aire y del agua, y observaciones de campo sobre la textura del hielo y la dinámica del derretimiento estacional.

Un glaciólogo que revisó un primer muestrario fue directo: “Es la línea de base que faltaba; una ventana al estado del hielo cuando el siglo XX apenas comenzaba”. El valor no es solo histórico; es metrológico. Las anotaciones, aunque breves, son consistentes y siguen un protocolo estable para la época.

Entre los legajos se identifican:

  • Placas estereoscópicas con pares de vista de frentes glaciales
  • Diarios de campo con croquis, fechas y coordenadas aproximadas
  • Mapas con isohipsas dibujadas a pluma y referencias topográficas locales

Por qué fascina a la comunidad internacional

La intriga internacional tiene varias capas. En primer lugar, las series de mediciones tan antiguas son escasas en el hemisferio sur. En segundo, la resolución visual de las placas permite reconstruir líneas de equilibrio glacial y tasas de retroceso con técnicas modernas de fotogrametría.

“Con estos datos podremos validar modelos y reevaluar la cronología del retroceso en sectores mal documentados”, explica un investigador que coordina una red global de archivos criosféricos. Algunos fragmentos incorporan topónimos indígenas y descripciones del clima local, útiles para cruzar con testimonios orales y crónicas regionales.

El lote también sugiere una metodología adelantada a su tiempo: pequeñas series de temperatura a distintas horas, notas sobre nubosidad, y estimaciones de caudal con “botellas de aforo” improvisadas. Piezas humildes, sí, pero cargadas de información.

El desafío de restaurar y leer el pasado

Nada de esto es simple. Las placas tienen hongos activos, los cuadernos están quebradizos y la tinta migra con la humedad. La primera tarea es estabilizar, digitalizar en alta resolución y crear metadatos claros. “Si no se actúa con cuidado, se pierde detalle en el grano de la emulsión, y con él se desvanecen las medidas”, advierte la conservadora.

El equipo local trabaja con técnicas de iluminación raking, escaneo multiespectral y calibración con targets fotográficos. Cada imagen se acompaña de un registro de color, escala y orientación, para que otros laboratorios puedan replicar las mediciones. “La ciencia hoy es colaborativa; nuestro objetivo es que todo sea FAIR: encontrable, accesible, interoperable y reutilizable”, resume un asesor técnico.

También hay una brecha interpretativa. La notación de época usa símbolos y abreviaturas hoy en desuso. Un pequeño glosario se está construyendo a partir de coincidencias contextuales y comparaciones con manuales antiguos.

Qué podría cambiar a partir de ahora

Si el corpus se confirma, las placas y cuadernos podrían integrarse a series globales como baseline preindustrial tardío, afinando las incertidumbres en reconstrucciones de masa glacial. Modelos regionales de precipitación sólida y temperatura de alta montaña podrían recalibrarse, afectando proyecciones de escorrentía y disponibilidad de agua en cuencas patagónicas.

Más allá de la ciencia, el hallazgo replantea la relación entre archivos locales y agendas globales. “Nos interesa que el material viaje digitalmente, pero que su custodia y su relato sigan anclados en la comunidad que lo preservó”, dice una voz del equipo argentino. Esa tensión —entre difusión y arraigo— puede convertirse en un modelo.

En los próximos meses se prevé una convocatoria abierta para que grupos de investigación propongan análisis y cruces con otras fuentes. Se hablará de derechos de autor, licencias abiertas y formatos estándar. El plan incluye talleres con escuelas locales, donde estudiantes mirarán, con lentes anaglifo, los volúmenes del hielo tal como los vieron aquellos pioneros.

La última palabra la tendrá el propio material. En sus bordes irregulares, en sus sombras azules, palpita un país que medía el mundo con herramientas simples y paciencia infinita. Lo que resurge no es solo un juego de imágenes antiguas, sino una oportunidad viva para releer el presente con ojos más finos. “A veces, el dato más nuevo es el que estuvo siempre a la vista”, dijo alguien en la sala; y, por una vez, nadie se atrevió a contradecirlo.

Camila Torres

Camila Torres

Soy periodista y redactora en Diario22.ar, apasionada por las historias que conectan la actualidad con la gente. Me formé en comunicación social en Buenos Aires y desde entonces busco darle voz a lo cotidiano, con una mirada curiosa y humana. Creo que el periodismo no solo informa: también inspira y transforma.

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