Con quién y dónde pasar Nochebuena, Navidad y Año Nuevo; Qué hacer con las vacaciones y dónde recalar en busca de descanso y/o diversión; Cómo dar un cierre a todos los pendientes laborales, sociales y familiares que como por arte de magia se multiplican en estos días…
Estrés, ansiedad y, en no pocos casos, depresión. Ese es el resultado de todo un entramado de negociaciones que, por estos días, en mayor o en menor medida, llena de tensión la mente y el cuerpo.
Época de cierres, sobre todo, de balances personales. Cerrar un ciclo implica, muchas veces, hacer una evaluación del mismo. Cerrar un año implica pensar y sentir en relación con la distancia entre las expectativas y los logros, entre nuestros proyectos al comenzar el ciclo y como nuestro desempeño y el azar nos situaron en un lugar donde nos sentimos satisfechos o no.
El problema, es que, si esta evaluación no es la esperada, puede suponer una carga emocional negativa que, sumada a una agenda repleta de presiones, propias del momento del año, pueden producir malestar e incrementar el estrés.
Los síntomas en los que se manifiesta toda esta carga emocional negativa son de los más variado y no han de resultar ajenos para muchos: hipersensibilidad, angustia, indecisión, dificultad para resolver problemas de orden cotidiano, dolores de cabeza o contracturas cervicales marcadas, trastornos del sueño, problemas para mantener la atención, labilidad emocional, a veces tristeza o pensamientos recurrentes en relación con un pasado que añoran o un futuro incierto que los inquieta…
Todo esto puede dificultar las relaciones interpersonales y laborales, generando una marcada disminución del disfrute cotidiano.
El mandato de festejar
Como si esto no fuera suficiente, quienes quieren inconscientemente negar el desánimo causado por el «balance» de fin de año que para algunos es negativo, pueden depositar la ansiedad en los preparativos de las fiestas, como si ése fuese el gran problema.
El mito social relaciona la Navidad y el Año Nuevo con la alegría y la unión familiar. Pero esto no siempre coincide con la realidad de las familias y las personas. Enumeremos algunas de las tantas realidades que se ponen de manifiesto en los hogares en las fiestas de diciembre:
-Para las personas que no tienen pareja o familia, en esta época la soledad se pone más de manifiesto y suma una cuota extra.
-Los matrimonios divorciados, que generan conflictos porque siguen atrapados en el rencor, pueden generar conflictos de lealtades en sus hijos.
-Las peleas familiares en general: a quién se invita y a quién se deja afuera (tu familia versus mi familia) son peleas desgarradoras, inconducentes, pero que se reactivan en las fiestas de fin de año.
En épocas como las modernas en las que los cambios externos se suman al creciente número de familias en las que la soledad, la separación, los conflictos entre familiares y amigos, los divorcios y demás restos no procesados de nuestras dificultades con los demás han dejado sus huellas, las fiestas parecen un momento en el que todos estos conflictos se reactualizan.
Esto da como resultado en muchos casos a situaciones de estrés, malestar, tristeza, melancolía y, en algunos casos, de franca depresión, que puede manifestarse claramente o, con mayor frecuencia, por medio de síntomas físicos, como insomnio, agresividad, irritación y principalmente fatiga. Síntomas que racionalizamos diciendo que “es el cansancio del año”, como si no fuera un proceso continuo.
¿Qué podemos hacer?
Buscar cosas pequeñas, aunque parezca casi vulgar, dedicarse a una época de reconciliación y perdón consigo mismo; eso permitirá hacerlo con los demás.
Intentar disminuir el nivel de exigencias y conectarse con los afectos. Un ánimo conciliador basado en la aceptación de las diferencias puede ayudar a sobrellevar esta sobrecarga.
El cambio de año es una constatación que sirve para marcar qué aspectos se pueden rescatar, qué se ha aprendido, aunque sea del dolor.
La felicidad es una consecuencia de acciones cotidianas, no es producto de una fantasía. Reflexionar acerca de los pasos necesarios para modificar lo que ha llevado a una falta de los logros programados ya es importante. Quienes se sienten sin recursos internos suficientes para lograr su autonomía y sus proyectos, si se dan cuenta de esto, en lugar de seguir proyectando castillos en el aire, ya habrán dado un paso importante para aprovechar el próximo año.
Debemos recordar que la realidad no es tan objetiva como se cree, cada uno construye en gran medida su porvenir.
Y cada uno puede encontrar su forma personal de sobrellevar esta época. Mentalizarse que es un mes con muchas demandas emocionales. Por otro lado, las fiestas de diciembre suelen encantar; Entonces es recomendable tratar de disfrutarlas un montón, de salir, de estar con la gente que uno quiere y sobre todo estar bien con uno mismo...