La ciudad de Quitilipi atraviesa un conflicto inesperado y cargada de tensiones en torno al predio de la Virgen Blanca, un monumento histórico que forma parte de la identidad cultural y religiosa de la comunidad. Este espacio, ubicado en el ingreso a la ciudad, es habitualmente utilizado para celebrar la misa del 8 de diciembre, en honor a la Virgen. Sin embargo, la intención del municipio de remodelar el lugar ha desencadenado una polémica que involucra a las autoridades locales, el Gobernador de la provincia y el Obispado de Sáenz Peña.
El intendente de Quitilipi, Ariel Lovey, detalló los orígenes del proyecto, que surgió a partir de un pedido del Padre Fernando Sosa. La iniciativa buscaba embellecer el predio de la Virgen Blanca con una intervención que incluyera un paseo parquizado, mejoramiento de la fachada y acondicionamiento general para potenciar su valor como lugar de encuentro comunitario. Esta propuesta contó con el respaldo del Gobernador Leandro Zdero y se inició tras obtener un aparente consenso con representantes del Obispado, quienes no mostraron oposición en un primer momento.
Sin embargo, cuando las obras ya habían comenzado y el escenario original que rodeaba al monumento había sido demolido, el Obispado convocó nuevamente al equipo técnico ya las autoridades municipales. En esta oportunidad, el Obispado informó que las obras debían detenerse porque habían decidido destinar el predio a la construcción de galpones para generar ingresos, dada la complicada situación económica de la institución religiosa. Según Lovey, el cambio de postura fue sorpresivo y generó un gran malestar en el municipio.
“Esto es un verdadero papelón y no nos merecemos el trato que nos dieron”, expresó Lovey, visiblemente indignada, y aseguró que el Gobernador ofreció una solución alternativa para evitar el conflicto. La propuesta incluía terrenos del INSSSEP, que podrían ser cedidos al Obispado para la construcción de los galpones. Sin embargo, esta opción fue rechazada, lo que obligó al municipio a abandonar el predio por temor a una demanda judicial.
La situación se agravó aún más cuando el Obispado solicitó al Padre Fernando Sosa que trasladara la imagen de la Virgen Blanca a la rotonda del kilómetro 50. Esta decisión desató el enojo de los habitantes de Quitilipi, quienes consideran que el monumento, que lleva más de 40 años en su ubicación actual, es un símbolo histórico y religioso que debe permanecer en el lugar original.
“Este monumento no solo representa nuestra fe, sino que es parte de nuestra historia como comunidad. No podemos aceptar que lo muevan”, expresaron algunos vecinos en redes sociales y reuniones organizadas para manifestar su descontento.
Lovey lamentó la falta de cooperación por parte del Obispado y resaltó que el municipio siempre actuó con respeto y buscando soluciones consensuadas. “Se había solicitado permiso por escrito para realizar las obras y también para el traslado de la Virgen, pero lamentablemente no hubo una respuesta favorable. Nos encontramos con una postura intransigente que complica aún más la relación entre las partes”, explicó.
Por su parte, el Obispado argumentó que las decisiones responden a necesidades económicas urgentes y no a un intento de perjudicar a la comunidad de Quitilipi. Sin embargo, la falta de comunicación y de acuerdos ha generado tensiones entre las autoridades religiosas y municipales, así como un creciente descontento entre los vecinos.