Por Pablo Esteban | Página 12
Península Valdés se destaca por ser uno de los lugares más bellos de Argentina. Su atracción turística es su atracción natural: unas playas de azul perlado, sol y ballenas que brindan un espectáculo inolvidable. De manera reciente, de hecho, se había anunciado la presencia de 1500 ejemplares y ello provocó satisfacción entre los amantes de la naturaleza. Sin embargo, la mala noticia es que, en el presente, cada vez se registran más ballenas sin vida.
La cifra va en aumento conforme transcurren los años: si en 2022 el número fue de 13 fallecimientos; en 2023, esa cifra llegó a 30 y en 2024, 71. Aunque falta confirmación de un análisis científico pertinente, la principal hipótesis indica que todo se trataría de un fenómeno conocido como “marea roja”.
Una toxina afecta a los cetáceos y causa, como se advierte, su muerte. Suele emerger durante la primavera y el consecuente incremento de la temperatura marina. Está toxina es absorbida por las algas que, a su vez, alimentan a las ballenas. “La marea roja es conocida de ese modo por la coloración que adquiere el océano, como consecuencia de la presencia de organismos dinoflagelados, unicelulares y que forman parte del plancton”, explica Luis Cappozzo, biólogo marino, investigador del Conicet y director del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”. Se trata de una floración algal, sucede en todas las aguas del mundo y el calentamiento global podría volverlo más recurrente en los próximos años.
Luego Cappozzo amplía: “Son floraciones que suelen ocurrir en primavera. Cuando hay cambios en las temperaturas oceánicas, se producen explosiones poblacionales”. Más allá de lo que comunican las autoridades del Consejo del lugar, sería adecuado acceder al análisis que realicen a posteriori los expertos y expertas del Conicet que desde el Centro Nacional Patagónico concentran sus esfuerzos en el estudio de la biología marina. “Hasta que no estén los análisis científicos, solo se trata de una hipótesis”, indica Cappozzo sobre el origen de las causas de esta tragedia natural.
Un pionero al respecto fue Enrique Balech, un biólogo que dirigió y formó en estudios del plancton marino a numerosos investigadores argentinos y del exterior, y que solía subrayar que en vez de marea roja, debería adquirir otra denominación porque, más allá de que se observen rojas, en verdad su coloración depende de los microorganismos en cuestión. “El problema es que producen en grandes acumulaciones poblacionales distintos tipos de toxinas. Son consumidos por los organismos filtradores, como los mejillones, que están fijos en la roca y filtran el agua. Allí es, por caso, cuando afecta a los humanos, cuando se los consume”.
Autoridades sanitarias de Chubut recomiendan a la gente no acercarse a los animales varados. Resulta que al acumular gases, de hecho, despiden un olor nauseabundo y podrían estallar. De la misma forma que sucede con cualquier cadáver, cuando una ballena muere, inicia un proceso de descomposición. Así, se acumulan gases que provocan hinchazón. Llega un momento en que no hay más espacio para más gases y el animal puede explotar igual que un globo, y en definitiva expulsar restos orgánicos por todos lados.
Más allá de la marea roja, las algas hacen lo propio en aguas. Para tener referencia, a comienzos de 2023, parte del Río de la Plata fue colonizado por cianobacterias, algas unicelulares que en algunos casos pueden formar colonias pluricelulares, hacen fotosíntesis y forman parte de lo que se conoce como fitoplancton. Esto es: estaban flotando en la parte más superficial de los cuerpos de agua y por sus características, la coloración adquiría un matiz verde fosforescente.
Hace un siglo atrás, la ballena franca austral se aproximó a la extinción gracias a la actividad humana, la caza y el aprovechamiento posterior. En el presente, dicho animal se halla protegido en aguas territoriales en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, y arriban a Puerto Pirámides, a reproducirse. Esta vez es el cambio climático, impulsado también por el ser humano, el que se lleva buena parte de las culpas. “El calentamiento global es un hecho, está presente, por más que algunos lo nieguen y los océanos sufren cambios. Se acidifican y se transforman sus condiciones físico-químicas, los organismos y sus áreas de alimentación cambian”.
Diario22.ar con información de Página12