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18/03/2025
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Esta escuela filosófica fue fundada en Atenas por Epicuro de Samos y a la que se le dio el nombre de “El Jardín”. Otros representantes del epicureísmo fueron Diógenes de Enoando y Zenón de Sidón o los poetas Horacio, Virgilio y Lucrecio.

Por epicúreo se entiende aquel seguidor del epicureísmo, es decir, de la corriente filosófica que identifica la felicidad con el placer, entendido este como la ausencia de dolor. La ataraxia, o la imperturbabilidad de espíritu, se convertirá así, en su ideal, y toda la doctrina de Epicuro se asienta en esta idea y a ese fin se dirige, tanto en el plano ético, como en el físico, como en el epistemológico.

Dos conceptos serán fundamentales en el discurso epicureo: el placer y el deseo. Lo más importante es dejar atrás el sufrimiento, para, a continuación, perseguir el placer. El Bien, del que hablaba Sócrates, es una mera ficción. Tan solo la consecución del placer es capaz de hacer mover al ser humano. Y aquí es donde entra en juego la filosofía, que sirve como un instrumento para llegar a diferenciar entre los placeres que merecen la pena.

Se trata de racionalizar la búsqueda del placer, por eso, para Epicuro, los verdaderos placeres son los intelectuales, apostando por un control de los placeres físicos. De lo contrario, el individuo se perderá en su búsqueda. El papel de la filosofía, será, en este sentido, determinante: en primer lugar, actúa como sanadora de las enfermedades del alma y después, como maestra, que enseña al ser humano la manera de vivir. La misión de la filosofía es, por tanto, “Enseñar al hombre a vivir el placer” y este será el eje central de toda su ética.

La ética, una de las características de los epicúreos

La ética epicurea se caracteriza por hacer una defensa de la búsqueda moderada del placer, apostando por los placeres del alma, frente a los del cuerpo. Para ello, es necesario, dice Epicuro, liberarse de todo aquello que sea superfluo, con el objeto de vivir la propia existencia, porque hay reside la auténtica felicidad. Para ello, es fundamental en primer lugar, diferenciar entre los distintos tipos de deseos, a partir de los distintos tipos de placeres. Para el de Samos, hay tres, a saber:

-Placeres naturales y necesarios, que son los deseos que liberan al individuo del dolor y el sufrimiento y que se relacionan con las necesidades básicas como la alimentación, la salud, la protección…

-Placeres naturales y no necesarios, como el deseo sexual o por el lujo. En palabras de Epicuro, son deseos “dulces y aduladores”.

-Placeres ni naturales ni necesarios, productos de los convencionalismos sociales o de las opiniones huecas, como el ansia de poder y de riqueza o el ansia de inmortalidad.

Además, los placeres, pueden ser dinámicos o estáticos. Los primeros, se caracterizan por alcanzar la satisfacción de manera instantánea, pero de la misma forma desaparece. Es el caso, por ejemplo, del deseo sexual. No son fácilmente controlables y tienden a dominar al ser humano. Los segundos, son aquellos que llevan al individuo al equilibrio, y producen la eliminación del sufrimiento, y por tanto, son los verdaderos placeres.

La física de los epicúreos

Otra de las características de los epicúreos la encontramos en la concepción de la física. En cuanto a la física, Epicuro dirá que, se dirige a acabar con el miedo a la muerte y el temor a los dioses, que según explica, son los principales causantes del sufrimiento del individuo. No se trata tanto de adquirir conocimientos sobre el universo, como de intentar entenderlo de forma racional, a fin de alcanzar la ataraxia, o ausencia de toda pasión, que junto con la autarquía y la libertad, conforman los principales ideales del epicureismo.

“La libertad y la anarquía son los mayores frutos de la autarquía”. Epicuro de Samos.

Así, como Demócrito, va a defender una física materialista y atomista: el universo es eterno y está compuesto por átomos y vacío. Dios no creo el universo. Los dioses, dice, van a lo suyo, no tienen nada que ver con los seres humanos. El miedo a los dioses es absurdo.

“El que es bienaventurado e inmortal no tiene él mismo inquietudes y no las causa a nadie más, de tal manera que no está sujeto ni a las cóleras ni a la benevolencia: pues todo lo que es de ese tipo no se encuentra sino en lo que es débil”.

El miedo a la muerte, por tanto, no tiene ningún sentido, ya que no es más que la separación de los átomos, y una vez muerto el individuo ya no existe sensación. Porque cuando el ser humano muere, ya no está. Así que no tiene sentido preocuparse, porque cuando llega la muerte, ya no es posible sentir dolor, ni sufrimiento alguno.







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