La lata tenía como misión solventar un problema logístico. Antes de su aparición, las empresas cerveceras no podían vender a más de 50 kilómetros de distancia ya que las botellas de cristal tenían un gran coste de producción y no podían recuperarlas para reutilizarlas. Por eso, era necesario encontrar un envase de desechable de bajo coste que solventara este problema.
Gottfried Krueger, un emigrante alemán que dirigía su propia fábrica de cerveza, tuvo la idea de enlatar cerveza y comenzó a realizar pruebas. Poco tiempo después, en 1909, la compañía American Can empezó a hacer sus propios experimentos, pero se encontró con dos problemas importantes: por un lado, la presión del gas; y por otro las reacciones químicas que se producían al entrar en contacto el líquido con el metal. En aquellos tiempos, la cerveza no estaba filtrada por lo que en ocasiones seguía carbonatando dentro de la lata hasta que la hacía explotar.
Sin embargo, la entrada en vigor de La Ley Seca en Estados Unidos hizo que la investigación fuera pospuesta hasta 1933. Fue entonces cuando American Can logra fabricar una lata presurizada y con un recubrimiento especial que evitaba que la cerveza reaccionara con el estaño.
Dos años más tarde, en 1935, la compañía de Gottfried Krueger se convirtió en la primera fábrica de cerveza en comercializar su producto en lata. La elegida fue la Finest Beer y obtuvo, sin duda, un gran éxito. Tan solo en ese año se vendieron 200 millones de unidades y, rápidamente, en Europa se patentó el invento.
La lata de por aquel entonces no tenía nada que ver con la de hoy en día. Estaban hechas de hojalata y pesaban casi 100 gramos, unas cuatro veces más de lo que pesan actualmente. El envase, según dicen, era más ligero que el vidrio, fácil de transportar y resistente a golpes y caídas. Sin embargo, la parte superior era plana y había que abrirla con abrelatas. En 1958 pasaron a ser de aluminio y la argolla superior no apareció hasta 1960.
En el caso de Europa, la primera lata que se comercializó fue la Pale Ale de la compañía Felinfoel Brewery Co.; y en España no llegó hasta el año 1966 de la mano de Cervezas Cruz Blanca.
A día de hoy la lata poco tiene que ver con estas primeras y, aunque sigue algo denostada dada su apariencia por algunas personas, cada vez nos encontramos más con este formato. Y es que para las cervezas más lupuladas es el formato más recomendado por su mejor conservación y preservación de aromas.