En el palacio imperial se almacenaban cientos de barras de hielo que se iban troceando según las necesidades del momento. Los chinos inventaron también el sorbete de naranja y la pulpa helada. Para su conservación guardaban en pozos de nieve para disfrute de tan delicioso postre a lo largo del año. Entre las delicias sofisticadas de la buena mesa china figuraban los helados variados.
Siguiendo la historia:
Ya en tiempo del antiguo Egipto, el helado se llevaba a la mesa del faraón y se servía en los banquetes en copas de plata; Era una especie de granizada de jugo de fruta casi helada.
En cambio, los persas lo servían en la mesa de los potentados. Y, de ellos aprendieron los griegos, que se aficionaron a esta golosina cuando Alejandro Magno la probó por primera vez, en el siglo IV a.C.
Tan arraigado llegó a estar en la Roma del siglo I el gusto por los helados, que el filósofo hispano latino Séneca censuraba a sus amigos por el abuso que hacían de aquel manjar; El helado era muy popular en la antigua Roma, no sólo entre el pueblo sino también entre las clases elevadas.
Para su elaboración se utilizaban finísimos vasos o cubiletes de doble pared, generalmente en forma de ampolla: en uno se introducía agua aromatizada mezclada con jugo de frutas, y rodeándolo por el exterior se colocaba hielo picado o nieve hasta convertir la mezcla en una granizada que se bebía a sorbos.
Evolución del helado:
Aunque los italianos aducen que fueron ellos quienes introdujeron el helado en Europa, aquellos conocimientos fueron en Occidente cosa del califato de Córdoba. Lo que sí nació probablemente en Italia hacia el siglo XIV fue el helado moderno, idea del toscano Bernardo Buontalenti, creador del helado de frutas o tutti frutti.
De Florencia pasó a París, donde se convirtió en plato de resistencia y secreto reposteril de Catalina de Médicis el día de su boda con Enrique II de Francia en 1533.
El doctor Blas de Villafranca (español) en 1550 hizo posible la producción masiva de helados al inventar el medio de congelar la crema, cosa que conseguía añadiendo sal gema al hielo troceado. Como Blas de Villafranca residía por entonces en Roma los italianos fueron los primeros en aplicar esta técnica, y hacia 1560 los florentinos pudieron fabricar los primeros helados sólidos, que ya a principios del XVII se fabricaban en Francia con molde: las bombes glacées o helados de forma hemisférica con aromas diversos.
Los americanos fueron grandes consumidores de este producto desde el siglo XVIII debido a que Thomas Jefferson, siendo embajador en aquel país, adquirió una máquina de hacer helados.
La idea de poner una bola de helado encima de un cono comestible se le ocurrió a una joven vendedora ambulante de helados en Nueva Orleans, Lousiana a principios del XX. Aquella pequeña innovación, registrada más tarde, le valió una fortuna.
Otra trascendental ocurrencia fue la que tuvo en 1920 el fabricante de helados Harry Burt, en Ohio. Añadió un palito de madera a uno de los extremos de un helado de vainilla recubierto de chocolate. Era nada más y nada menos que el polo y el helado de nuestro tiempo.
Es tal la importancia de este alimento, que incluso se puede visitar un museo del helado.