El deseo de enterarse de las vidas ajenas y contar la propia a los demás (el exhibicionismo o deseo de protagonismo) no son una novedad, la diferencia está en que las nuevas tecnologías nos proporcionan los medios necesarios para hacerlo de forma inmediata, y con imágenes que ilustran lo que queremos contar. Redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, permiten que cualquiera pueda comparar su vida con la de muchos otros en tiempo real.
Las redes sociales pueden ayudar a acercar a la gente y a compartir información. Sin embargo, el raudal de actualizaciones, invitaciones y oportunidades para ganar la aprobación explícita y respuestas de amigos y familia puede crear un problema.
En mayor o menor medida, todos lo sufrimos; ¿Quién no se ha sentado en algún lugar sin apartar la mirada del móvil? Una reciente estadística indica que el 56 % de los usuarios de redes sociales son sensibles a este tipo de trastorno de ansiedad, y que la mitad ha aumentado en el último año la frecuencia con la que visita esas webs.
Es la manifestación moderna de un miedo típico a la exclusión. Somos animales programados para formar parte de un grupo, y las redes sociales cumplen el papel que antes tenían las amistades físicas. En el mundo real, es fácil ignorar lo que ocurre fuera de nuestro campo de visión, pero en el digital estamos a un clic de saber qué hacen nuestros amigos en cualquier momento.
La selección del contenido (por lo general solo compartimos lo agradable y llamativo) hace el resto. Un vistazo a las redes sociales te hace pensar que todo el mundo tiene vidas mucho más interesantes que la tuya y refuerza la idea de que te estás perdiendo cosas.
Sin duda el FOMO es un síndrome cada vez más común entre las personas, sobre todo los “millennials” actuales. Lo ideal es que no te olvides de mantener un equilibrio entre tu vida fuera y dentro de internet.