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20/04/2024
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Oficialismo y oposición no cuestionan un modelo económico que crece sin reducir la pobreza.

Llegó la hora de las urnas en Paraguay. Poco más de 4 millones de personas elegirán este domingo al sucesor del conservador Horacio Cartes en medio de un clima notable de falta de expectativas y desencanto por la poitica tradicional. Por un lado está Mario Abdo Benítez, del Partido Colorado, la agrupación que desde hace 70 años domina la política del país sudamericano. Por el otro, Efraín Alegre, del Partido Liberal, el otro jugador que compone el bipartidismo nacional. Las diferencias entre uno y otro candidato son apenas visibles. Los sondeos previos apuntan a un triunfo colorado, otra vez, mientras los liberales esperan que su alianza con Fernando Lugo alcance para repetir aquel excepcional triunfo de 2008.

 

Los paraguayos votan temprano. Los colegios electorales abren a las 7 de la mañana y cierran a las 4 de la tarde. La justicia electoral ha prometido que cuatro horas después ya se sabrá el nombre del nuevo Presidente. Los colorados están convencidos de que la jornada confirmará que son la principal fuerza política de Paraguay y los liberales esperan dar la sorpresa, como hace 10 años, cuando el triunfo parecía imposible. Claro que los tiempos han cambiado. América Latina ya no es ese espacio amigable para los partidos de izquierda y figuras como las de Lugo no despiertan las pasiones de antaño.

 

La renovada alianza entre los liberales y los partidos progresistas del Frente Guasú de Lugo parece, además, contranatura. Llega tras el fracaso de aquella de 2008, que terminó con la destitución de Lugo con el voto de sus aliados. Pero un nuevo acuerdo ha sido inevitable. "El Partido Liberal no ganó nunca una elección, salvo cuando se alió con Lugo", dice Boccia Paz, columnista político del diario Última Hora. Lo mismo destaca la historiadora Milda Rivarola: "Los liberales tienen el 30% del electorado, nunca pudieron superar eso. Si no hacen alianzas no pueden ganar".

 

Del otro lado está el partido Colorado, un movimiento sin ideología clara aunque conservador en sus ideas y conocedor de las pasiones políticas que mueven al electorado. Es el partido que "siempre gana". "El problema es que en Paraguay tenemos un bipartidismo asimétrico, donde siempre gana el mismo, aunque los dos coincidan en lo ideológico", dice Boccia Paz.

 

Para Rivarola, el origen de este poder hay que buscarlo en la naturaleza del Estado paraguayo, una estructura patrimonial que no diferencia entre lo público y lo privado. "El Gobierno maneja el patrimonio como si fuera suyo. Los gobiernos paraguayos no se legitiman desde la transparencia o las políticas sociales, sino desde su capacidad de cambiar favores por apoyo político. Las pocas ayudas sociales que hay no se distribuyen como un derecho, sino como una ayuda partidaria. Y en el manejo del clientelismo, los colorados son mejores que los liberales", explica.

Si la legitimidad no viene de la política, los candidatos apenas se esfuerzan por diferenciarse unos de otros. Sobre todo en un contexto donde la economía crece ( 4,5%, según las previsiones para este año), hay baja inflación (1,1% desde enero) y las exportaciones de soja, principal fuente de divisas del país, no paran de subir. Pero hay un problema: la pobreza y la desigualdad no bajan. "Hay 28% de pobres y la mitad son niños. Esas cifras deberían darnos vergüenza después de 15 años consecutivos de crecimiento. Este modelo tiene muy poco derrame, tiene que crecer demasiado para que apenas baje el empleo o se reduzca la desigualdad", explica la economista e investigadora Verónica Serafini.

 

El modelo es el de la apuesta por las exportaciones de soja - Paraguay ya es el quinto productor mundial, según el Departamento de Agricultura de EEUU-, además de bajos impuestos para atraer inversores y apertura económica. Sus efectos se ven en las calles de Asunción, donde sobran los autos de lujo y los nuevos barrios ricos del oeste de la ciudad viven un boom inmobiliario sin precedentes, con torres y centros comerciales enormes.

 

En ese contexto, los candidatos han prometido que renovarán la justicia, combatirán la corrupción y se ocuparán de los más pobres, pero no habrá cambios en lo económico. Tampoco han hablado de la desigualdad, pese a que es la segunda más alta de América Latina, después de Brasil, según la Cepal. "Tanto Abdo como Alegre están de acuerdo en que no van a tocar un modelo económico que es exitoso y estable. Pero tampoco van a tocar la carga tributaria, que es la más baja de la región. El problema es que somos estables en lo macro y estables en la pobreza, estamos enfermos de estabilidad", ironiza Boccia Paz.

DIARIO21.TV y elpais.com







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